Es hora de que los proveedores de correo electrónico eliminen el spam
Pilita Clark
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Pilita Clark
Hace dos años escribí sobre una idea que los lectores generalmente describieron como “tonta”, “inútil”, “muy antigua” y que no valía la pena considerar. Era un plan para solucionar el tedioso problema del correo electrónico no deseado; no sólo el spam, sino la avalancha de anuncios y publicidad.
Los filtros pueden eliminar las ofertas de “Chica rusa para ti”, pero las tonterías más legítimas requieren horas de esfuerzo para darte de baja, e incluso entonces son difíciles de eliminar. La idea extrema que presenté era algo que varios expertos habían sugerido a lo largo de los años: comenzar a cobrar a los remitentes por enviar un correo electrónico.
Por supuesto, nunca ha despegado. Había obstáculos técnicos. No estaba claro a dónde debería ir el dinero. ¿Y cómo podría funcionar en un mundo en el que estamos acostumbrados a que todo lo que está relacionado con el correo electrónico es gratuito?
Dejé de pensar en eso y me resigné a vivir con una bandeja de entrada que es el equivalente digital de un desbordante pozo negro. Me avergüenza decir cuántos correos electrónicos no leídos tengo, pero es más de los 500 que supuestamente tenía el estadounidense adulto promedio en 2015, o los 651 que una encuesta británica mostró el mes pasado.
Sin embargo, hace unas semanas estaba escuchando un podcast sobre temas tecnológicos en el que un hombre estaba hablando sobre un nuevo tipo de correo electrónico que prometía hacer exactamente lo que yo siempre he querido: tomar el control de mi bandeja de entrada.
Resultó ser Jason Fried, cofundador de una compañía de software estadounidense llamada Basecamp que está tratando de reinventar el correo electrónico. El servicio de correo electrónico Hey que lanzó este mes tiene una herramienta diseñada para permitir que los usuarios puedan descartar a los remitentes, de la misma manera en que ahora podemos filtrar llamadas telefónicas o darles niveles más bajos de acceso. “La primera vez que alguien te envía un correo electrónico, puedes decidir si quieres volver a saber de ellos”, decía.
Esto sonaba como una solución más elegante que cobrarles a los remitentes. El problema es que le cobran al destinatario, que paga US$ 99 al año por una cuenta de correo electrónico que otros parecen ofrecer de forma gratuita. Basecamp dice que el correo electrónico gratuito no es totalmente gratuito, porque tú pagas al renunciar tus datos personales. Esto puede ser cierto, pero US$ 99 no es barato.
Sin embargo, una cosa que Basecamp tiene en común con Gmail es una gran habilidad para el marketing. Si tienes la edad suficiente para recordar lo que estaba sucediendo en 2004, cuando Gmail se lanzó públicamente, es posible que recuerdes que inicialmente era un servicio sólo por invitación. Cerca de 1.000 personas recibieron una cuenta y se les permitió invitar a sus amigos. Los que tenían el privilegio sentían una gran alegría al enviar un correo electrónico desde una codiciada dirección de Gmail.
Basecamp ha seguido ese ejemplo. Para obtener una cuenta Hey en su fase inicial, tenías que escribir y decir por qué la querías, y entonces esperar una invitación. Cuando llamé a Fried hace unos días, dijo que había 85 mil personas en la lista de espera de Hey, comparado con 50 mil cuatro días antes. La semana anterior, cuando el servicio se había abierto a todos, dijo que más de 120 mil personas se habían registrado para obtener una cuenta.
Todavía no estoy segura si me uniré a ellos. Comencé una prueba de 14 días y encontré muchas cosas que me gustan. Hey es rápido y fácil de navegar. Pero puedo ver por qué algunos críticos se han opuesto a la herramienta de filtro. Estoy segura de que la usaría para despedirme de forma permanente de la compañía que me envió un correo electrónico con lo que llamó un “comunicado de prensa gratuito”. (¿Pensó seriamente que pagaría por él?)
Era más difícil ver cómo iba a poder gestionar las noticias irritantes, pero a veces necesarias, de mi supermercado o banco local. Fried admite que las cosas no son perfectas y que se realizarán mejoras. Me gusta su franqueza, pero si me inscribo en Hey, no será porque estoy segura de que lo necesito.
Ni tampoco porque me gusta el hecho de que Apple cambió algunas de sus reglas de la App Store después de que Basecamp se quejó públicamente de que el gigante tecnológico había restringido la aplicación Hey.
La razón principal es que quiero alentar a cualquiera que esté tratando de arreglar lo que todavía es un tremendo y molesto problema.
Han pasado casi 50 años desde que se inventó el correo electrónico. Espero que suficientes personas compren Hey y cualquier otra cosa similar para persuadir a los grandes proveedores de correo electrónico de que es hora de que esta herramienta básica de la vida laboral sea mucho mejor de lo que es.